Historia de Coco
En el pequeño pueblo de Santa Cecilia, México, vive Miguel
Rivera, un niño de 12 años que sueña con ser un músico como su famoso ídolo
Ernesto de la Cruz, un popular compositor/cantante y estrella de cine que murió
cuando fue aplastado por una campana en una presentación en vivo.
Sin embargo,
la familia de Miguel tiene una larga y estricta restricción hacia la música que
se remonta generaciones en el pasado, cuando la tatarabuela de Miguel fue
abandonada por un músico que decidió dejar su familia con tal de seguir sus
sueños. Debido a esto, la familia de Miguel (los Rivera) odia todo lo
relacionado con la música, en especial la abuela, quien lo sobreprotege y
cuida de cualquier influencia musical. Como resultado de ello, el único
familiar que le agrada a Miguel es su bisabuela "Mamá Coco".
En el día de muertos, luego de romper accidentalmente el
retrato de su tatarabuela Mamá Imelda, Miguel descubre que el esposo de esta
usaba una guitarra igual a la que usaba su ídolo, lo que lo lleva a sacar la
conclusión que él es tataranieto de De la Cruz.
Miguel decide perseguir sus sueños inspirado en frases de
las películas de De La Cruz y trata de participar en un concurso de talentos en
la feria de Santa Cecilia usando una guitarra que había escondido de su
familia, pero es descubierto por su abuela que, enfadada, rompe el instrumento
frente a toda la familia, provocando que Miguel, dolido y enfurecido, huya de
casa para buscar una forma alternativa de participar clamando que ya no quiere
formar parte de su familia.
Miguel busca que alguien le preste una guitarra sin tener
éxito, por lo que se escabulle en el mausoleo de De la Cruz para robar la
guitarra expuesta en su tumba y usarla en el concurso.
En el momento que Miguel
toca la guitarra de alguna manera es transportado a una dimensión alternativa
donde no puede ser visto ni escuchado por los vivos, con excepción de Dante, un
perro callejero que lo acompaña. En esta dimensión alternativa, Miguel se
encuentra con sus parientes fallecidos, los cuales se sorprenden de que este
pueda verlos.
Sus parientes fallecidos concluyen que esto tiene relación
con la incapacidad de Mamá Imelda para cruzar el puente desde la tierra de los
muertos, una especie de dimensión de vida después de la muerte desde donde
todos los fallecidos cruzan para visitar a sus familiares durante la tradición
del día de los muertos.
Miguel es llevado donde Mamá Imelda y descubren que
ella no ha podido cruzar debido a que Miguel ha retirado su retrato de la
ofrenda de su familia; el oficinista que les explica la situación (dando a
entender que la familia estaba bajo un hechizo al haber retirado el retrato de
Mama Imelda de la ofrenda) así también le advierte de que el niño debe salir
antes del amanecer o de lo contrario se quedará en ese lugar para siempre,
mientras comienza poco a poco a transformarse en un esqueleto. Como solución,
Miguel puede ser enviado de regreso a su dimensión en Santa Cecilia
inmediatamente con la bendición de cualquiera de sus familiares sosteniendo un
pétalo de la flor de muertos. Mamá Imelda le da a Miguel su bendición, pero con
la condición de que se olvide de la música para siempre.
Desesperado por no querer renunciar a sus sueños, Miguel
logra escapar de su familia fallecida y contacta a un fallecido, olvidado y
solitario, llamado Héctor, auto identificado como amigo de De La Cruz, quien
ansía pasar al mundo de los vivos, pero no puede hacerlo por no estar en
ninguna ofrenda. Miguel le indica a Héctor que solo la bendición de su ídolo
puede llevarlo de regreso a su mundo por lo que acepta ayudar al niño con la
condición de que ponga su retrato en la ofrenda de su familia para que pueda cruzar
esa misma noche el puente entre el mundo de los vivos y muertos.
Héctor le consigue una guitarra de uno de sus amigos,
Chicharrón, que se desvanece porque ya no tiene parientes vivos que lo
recuerden y le pinta la cara a Miguel como un esqueleto para que no llame la
atención y pueda participar en un concurso donde el premio es una entrada a la
fiesta de Ernesto De La Cruz, en el mundo de los muertos. Mientras tanto, Mamá
Imelda y el resto de los parientes comienzan a rastrear a Miguel usando un alebrije
(guías espirituales en la tierra de los muertos) domesticado, el alebrije de
Mamá Imelda, Pepita llegando al concurso donde un enfadado Héctor descubre que
el niño tenía más familiares muertos que podrían bendecirlo para volver pronto
a su hogar y ayudarlo a cruzar al mundo de los vivos, en vez de buscar la
bendición de alguien tan ocupado como De la Cruz.
Miguel abandona a Héctor regresándole su foto, y se cuela en
el palacio De la Cruz, donde se identifica como su tataranieto delante de todos
sus invitados. Deleitado, De la Cruz pasa tiempo con Miguel y los dos se
divierten, pero antes de que este le dé su bendición son interrumpidos por
Héctor, que se cuela en el palacio. Al reunirse con Ernesto, Héctor junta lo
poco que recuerda con los paralelismos entre una película protagonizada por
Ernesto y descubre junto a Miguel que el cantante envenenó a Héctor (aunque
decían que se ahogó comiendo chorizo, para revelar que Ernesto era un
mentiroso) para robarle sus canciones e ideas y así volverse famoso.
Desenmascarado, Ernesto manda aprisionar a Héctor y a Miguel en un cenote
quedándose con la foto de Héctor para que pronto sea olvidado y desaparezca del
mundo de los muertos.
Miguel por fin entiende que su familia intentaba protegerlo
de su propia ambición, mientras que Héctor le revela que lo único que quería
era ir al mundo de los vivos para ver a su hija, llamada Coco. Miguel se da
cuenta de que Héctor es su verdadero tatarabuelo, y Miguel le dice que no deben
olvidar a Héctor, pero si a De La Cruz. Estando en el cenote son encontrados
por el perro Dante y el alebrije de Mamá Imelda, Pepita, siendo rescatado y convenciendo
a su familia de que lo ayuden a recuperar el retrato de Héctor, que comienza a
desvanecerse porque Coco lo está olvidando.
En el camino al concierto de Ernesto, Miguel descubre que,
de no ser por Dante, él no hubiera encontrado a Héctor, revelando su verdadera
identidad como un alebrije. La familia consigue exponer a Ernesto como un
fraude ante toda su audiencia, luego es abucheado por el asesinato de Héctor y
por lo que le hizo ahora a Miguel, lanzándolo desde un lugar más alto (quien es
rescatado por los alebrijes) y es aplastado por una campana de la misma forma
que murió. Por desgracia, el retrato de Héctor termina por perderse en el fondo
de un lago.
Comienza a amanecer e Imelda y Héctor no tienen más opción que
enviar a Miguel de vuelta a Santa Cecilia sin condiciones antes de que sea
demasiado tarde. Al regresar al mundo de los vivos, Miguel se lleva la guitarra
de Ernesto De la Cruz del mausoleo (que en realidad le pertenece a Héctor) y
regresa a su hogar, donde intenta que su bisabuela Coco recuerde a su padre sin
resultados, ya que Coco no responde a su voz. Desconsolado, Miguel hace un
último intento y le canta a su bisabuela la canción «Recuérdame» (una canción
que le compuso su padre y se la cantaba cuando era niña); revitalizando a Coco
que se acuerda de su padre. Coco comparte sus recuerdos y le da a Miguel el
pedazo restante del retrato de sus padres, en el que aparece la cara de Héctor.
Las acciones de Miguel lo reconcilian con su familia, que por fin acepta su
gusto por la música.
Un año después en día de muertos, Miguel y su abuela (ya
reconciliados) ponen la ofrenda de sus familiares, incluyendo el retrato de
Mamá Coco, recientemente fallecida. Gracias a las cartas que Héctor le dejó a
Coco, los Rivera prueban que Ernesto de la Cruz fue un fraude, mentiroso,
farsante, y perverso (además del autor material del asesinato de Héctor), y con
todo esto probado en poco tiempo es olvidado tanto en el mundo de los vivos
como en el de los muertos.
Mientras los Rivera celebran, son visitados por los
reconciliados Imelda y Héctor, por Coco y por el resto de su familia fallecida
mientras que Miguel toca una canción para su familia viva y muerta.
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